AJUSTE DE CUENTAS
La sangre sobre la nieve siempre es más roja. Círculos
pequeños que con su calor forman insignificantes cráteres que parecen salir del mismo
infierno. La sangre es mía y estoy a punto de morir…
El hombre aun sostiene el arma, el cañón debido al cambio de
temperatura sigue humeando y él, no aparta la vista de mí. Me observará hasta
que muera, lo sé, yo haría lo mismo.
Ha comenzado de nuevo a nevar.
La sangre queda sepultada en pocos segundos. No pasa nada,
tengo más. Nuevos cráteres.
Casi no tengo fuerza, los brazos están entumecidos y la
visión pierde nitidez por momentos. Cojo un poco de nieve y lo lanzo contra el
hombre.
Su cabeza estalla en una lluvia de sesos y cuero cabelludo.
Joder con la nieve, pienso.
El cuerpo del hombre se desploma y tras él, otro cañón
humeante, en otra mano, otro tipo.
El hombre se acerca y me sonríe.
Adiós, dice.
Adiós, digo.
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